martes, 18 de noviembre de 2014

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, y no estoy hablando de DFW

Querido muy mejor amigo, y querido Tallón, os escribo porque sé que sois los únicos que me leéis de año en año, y creo que afortunadamente, porque de lo contrario no podría ser tan sincera en lo que os voy a contar: he cometido un error muy grave, terrible, de espasmo y rictus, de encontrar el cadáver cagado de alguien en un pasillo con una estúpida sonrisa en su rictus cadavérico: le he dicho a un amigo literario que no me importaba leerme su obra y hacer algunas anotaciones y sugerencias. Ahora mismo el señor Tallón se estará partiendo la caja, que no lo conozco, pero como si lo hubiera parido. Yo no había leído nada antes de este escritor, pero habíamos hablado de literatura en los bares, que es donde hay que hablar sobre escribir. Os diré que si tu interlocutor se pide un gin tónic, pues le crees ciegamente, como si tuvieras delante al mismísimo Shakespeare hecho carne, porque uno no puede lamentarse del mercado literario, de vivir en Sevilla donde no publicaría ni Cortázar, uno no puede quejarse de lo difícil que es acceder a editoriales, de la mierda que se publica ante una ginebra fresquita mientras el manuscrito verdaderamente iluminado de él, oh autor desconocido, se pudre en un cajón. No es posible, y yo me lo creí a pies juntillas: la magia de la alcoholemia en una madre reciente que acaba de destetar a su segundo vástago y que se marea a la primera Coronita. Qué triste Tallón, con lo que yo he sido... Pues me ofrecí, pensé: será divertido. Pensé: a veces me gustaría que alguien se ofreciera a leer lo mio y me hiciera una crítica realmente sincera, desde el punto de vista lector y no literario, y pensé, además será divertido. Sí, algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, y no estoy hablando de DFW, que también, como siempre, es que que ah, queridos, ha sido divertido como meterse astillas entre las uñas de los pies y la carne y colocarse un zapato estrecho. Y lo peor: no he leído el libro de un amigo, sino cuatro libros de cuatro autores diferentes, se ha corrido la voz como la pólvora porque no cobro, imagino. Dos tienen un pase (aunque aún mucho trabajo), pero los otros dos son sencillamente horribles. Os quiero tranquilizar, ya he dicho basta, no lo haré más, como el niño que se come los mocos y luego reincide, pero no porque me moleste el trabajo, no, es porque me hace sentir muy triste. Muy triste, mucho, mucho. Ellos de verdad piensan que son buenos y sus escritos hacen tanta agua que repoblamos el Sáhara y lo convertimos en un vergel, amigo míos. Qué generación de gente que se cree escritor, me pone muy triste y me hace desear que nadie más jamás se lea mis escritos, porque; bien si lo mio huele igual de mal; bien si de verdad es bueno y está en un cajón mientras esa otra mierda se publica, las dos posibilidades son igual de tristes para mi. Queridos, volveré, lo prometo, pero para hablar de la literatura de los que hayan publicado, por lo menos, para poder criticar con nombre propio. Os echo a veces tanto de menos en las horribles horas de oficina donde han capado Internet y ya no puedo comentar en vuestras entradas... Amor del bueno, de pecho pirata tatuado, hacia vuestra obra aunque no os lo pueda escribir ya en los muros de Dios. Un abrazo. Vuestra Diva.

viernes, 28 de marzo de 2014

He leído algunas cosas que no creeríais

La baja maternal dio para poco, pero he leído algunas cosas que no creeríais, como ‘Tenemos que hablar de Kevin’, de Lionel Shriver. Sí, ya sé, un mega libro en forma de carta falsa (falsa falsísima, pues en ella cuenta a su marido diálogos completos de los dos, qué cosa extraña se me hace esto siempre) con narrador madre de clase alta americana a la que le sale el hijo psicópata. Igual no es lectura apropiada mientras acunas a un bebé, y puede que por eso no me identificara con la protagonista en su intento de escurrir el bulto sobre cómo le salió el hijo. ¿Realmente necesitaba tantas páginas para auto justificarse? Me daban ganas de meter la mano dentro de la historia y zamparle un par de bofetedas a todos, al hijo, a la madre, y al padre, todos habrían pillado rasca. Zas, Zas. Leí también ‘Cuatro por cuatro’, de Sara Mesa, que me decepcionó un poco (en el libro de relatos ‘No es fácil ser verde’ sus ideas, su prosa, me prometían algo más, aunque tiene en relato, ‘Hormigas’, que aún recuerdo por haber pensado que desentonaba completamente con el resto del volumen). No sé, la historia de ‘Cuatro por Cuatro’ se me queda huérfana, cojita, de esas veces que sabes que te falta algo pero no puedes precisar el qué; parece que da una idea interesante en la que no ha querido ahondar, el poder, qué mierda el poder, y ya, no sé por qué no se moja, me falta que se moje, arder o helarme, la tibieza me enferma. Leí ‘Intemperie’, de Jesús Carrasco, que me mantuvo enganchada a la historia pesar del estilo. No tengo nada en contra del estilo, pero me harta. Tanta palabra específica me hacía agradecer estar leyéndolo en e-reader. Con Intemperie me pasa un poco igual. Qué mierda es el poder, qué injusto. Y ya. Es una historieta desagradable, agradabe de seguir, no le veo el para tanto. He leído más, pero no me acuerdo. Sin duda mi aterrizaje de nuevo en el vino me ha dejado sin neuronas.
En la foto Ezra Miller, que es capaz de mirar con mucha mala leche acumulada en la película, aunque en el libro, la madre, que narra, dice que nadie más que ella se daba cuenta. Oh.

lunes, 10 de febrero de 2014

Como el pan duro acoge al moho

La oficina me acoge de vuelta de la baja maternal como el pan duro acoge al moho. Me doy cuenta de que nunca podré escapar de estas paredes grises porque en este ámbito enrarecido y rancio es donde únicamente puedo respirar, donde se encuentran todos mis nutrientes. Queridos todos, os confieso que más allá de las tres o cuatro pobres entradas de este blog no he escrito ni una palabra desde hace medio año, porque en casa, con mi hijo, no se da esa corrosión que me impulsa a la escritura, esa congoja, el momento justo previo a la náusea. Malestar. Y el impulso, el varazo en el lomo, sólo me lo da la oficina, donde uno de los coordinadores más miserables que he tenido jamás ya no está para amargarme la vida porque, os aviso, ha aprobado unas oposiciones. En su lugar ha venido otro, hijo de, que de poder hacerlo empalaría a sus subordinados para marcar el camino a su despacho. Queridos todos, en la oficina, en medio de la falsedad estridente y quieta donde sólo las limpiadoras te piden que les enseñes la foto de tu hijo, es donde únicamente puedo crecer. No estoy diciendo que me alegre de volver, estoy diciendo que no podía ser de otra manera. Bienvenida a la miga rancia y dura que te permite echar tus raíces de una micra de profundidad al suelo sevillano que nunca te dijo que te quedaras. Colócate bien la peluca. Bienvenida.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Puto recuento de año viejo 2013

Queridos todos, como cada año en estas fechas me dedico a hacer un somero recuento del año, ya que la mierda de situación en que vivimos y mi natural actitud precavida me impiden hacer proyección alguna para el 2014 (no en vano me van renovando el contrato cada dos meses, lo que impide que haga planes mucho más allá). Abandonamos un 2013 donde he sido madre, he pasado cuatro meses en el paro para que mi empresa no tuviera que pagarme la baja maternal, he experimentado la muerte social tras la marcha al extranjero de mi muy mejor amigo y me he indignado con las noticias como nunca, haciendo un esfuerzo especial por no ponerlo en Facebook, porque soy de las que piensa que hacerlo mitiga la ira social y me apetece estar muy cabreada, estarlo es una elección personal, mierda de todo. Recuerdo el primer fin de año que salí de fiesta. Era una fiesta que se celebraba en un viejo cine, el piso estaba inclinado y a las dos de la mañana no eran pocos los que derramaban sus bebidas por el suelo. No se podía bailar, había que luchar por no caerse con los tacones y el suelo mojado e inclinado, la ginebra se acabó a las dos y media de la mañana, el resto de bebidas alcohólicas, a las cuatro y media, cuando parecía imposible que la cosa empeorara, se acabaron los refrescos a las cinco, empezamos a sentir el frío (antes mitigado por el alcohol, supongo), el tío que me gustaba se fue al baño a potar y en el camino se lió con otra, se me partió un tacón mientras buscaba un taxi, pues vaya mierda de primera fiesta de fin de año, no me digan. La situación de este 2013 me recuerda mucho a aquella fiesta, un escenario lleno de posibilidades que se va jodiendo poco a poco, inmisericorde hasta con los que más ilusión albergábamos. Recuento de mierda de año viejo, qué cerdada, cuando lo normal es que saliera positivo, un hijo sano en el mundo, positivo, pero no puede ser; la juventud, la ilusión, el primer vestido de fiesta están bien, pero lo demás pesa, joder si pesa. Feliz año a todos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

El regalo envenenado

Cuando dije que con el nacimiento del bebé se había producido mi muerte social definitiva hablaba en serio. No os imagináis la cantidad de supuestos amigos que no han venido a ver al bebé, intuyo que por una expansión clara del raterismo sevillano, esto es, por no tener que hacerle un regalo al niño. En los pocos casos de visitas sinceras que se han producido, tres venían con las manos vacías (porque no sabían qué comprar, ya lo tendría todo del primero, y bueno, ya cuando haga el añito), tres han hecho regalos sinceros, gracias (una de ellos pañales, no hay mejor regalo en el mundo), y uno me ha dado un regalo envenenado, feo, inútil, sin ticket regalo y con media etiqueta. Como era del Corte Inglés fui a cambiarlo por otra cosa y la dependienta se rió de mi al verme sacarlo de la bolsa. Me explicó que yo traía en mis manos lo que ellas denominaban 'el regalo envenenado'. Desde hace al menos cuatro temporadas (el tiempo que ella lleva trabajando allí, pero no puede asegurarme si la cosa venía de antes) al menos cuatro madres distintas han intentado cambiarlo. Se ve que sin resguardo y con sólo media etiqueta el Corte Inglés no lo cambia, las madres se lo llevan y lo endiñan a otra madre cuando nace otro niño, y así en una espiral de raterismo reconcentrado. La dependienta se disculpó por no poder hacer nada, ya que ni siquiera era de esa temporada, y yo le dije que no se preocupara. No sé si endiñarlo yo en alguno de los nacimientos de mi oficina o dárselo a mi hijo como poderoso amuleto anticrisis. Nunca se sabe.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Segundas partes nunca fueron buenas

Pensaba que para volver a publicar algo en este blog después de tantos meses de silencio tendría que escribir un increíble post resumen de mis últimas vivencias, algo grande y con garra, pero no, mi cerebro ha hecho plof, estoy seca, así que haré un resumen mierder porque de lo contrario no volveré a arrancar jamás: dos meses de reposo médico panzarriba después de mi último post nació mi segundo hijo, que para colmo, tiene el mismo padre que el primero. Ya lo sé, segundas partes nunca fueron buenas, tú estás loca, bla bla bla. Él cuida del primero, yo del segundo. Un bebé y todo lo que trae consigo (salvo depresiones post parto, que de eso no tengo, todo lo demás es mío, sueño, amor incomprensiblemente intenso por tres kilos de carne humana, sueño, sueños, teta, cacas, ropitas, problemas con la higiene personal por miedo a dejar solo al bebé, todo, todo mío, más algo de lectura y algo de cine en dvd y la muerte absoluta de mi ya escasa vida social). Así están las cosas y así se lo hemos contado. Disculpad lo que diga a partir de ahora, no soy yo, son mis hormonas: os quiero, asquerosos, por ser los únicos que permanecéis (sobre todo tú, mi muy mejor amigo, desde esa mierda de país frío donde te has ido a poner cervezas, hijoputa).

miércoles, 3 de julio de 2013

El rancio sevillano

Reconozco que no me gusta catalogar a las personas (cualquiera lo diría), pero me han puesto de compañero nuevo a un rancio sevillano al que dan ganas de violar analmente en el cuarto de las limpiadoras sólo para ver si se le mueve el flequillo engominado, pena que no tenga yo miembro viril, que es una cosa que de pequeña siempre le pedía a los Reyes Magos y que nunca me traían, ja, para que luego digan que son mágicos (eso sí, a cambio me obsequiaron con una cantidad de hormonas masculinas inusual para una chica, pero que no me sirven de nada, salvo para llamar la atención de los médicos de cabecera cuando me hago analíticas y para tener que explicarles a mis amigas lesbianas muchas, muchísimas veces, que a pesar de todo me siguen gustando los tíos). El rancio sevillano del que hablaba trae consigo un amplio muestrario de porno en un pen drive que imagino extensión de su miembro viril, y que usa para codearse (y es literal, se pasan la mañana con las cabezas muy juntas, dándose codazos) con los jefecillos de sección, que no abren la boca porque tarde hora y media en desayunar. El rancio sevillano es capillita, hermano de no sé qué, con su medalla, con sus colectas de donaciones para trajecitos para las imágenes menores, que a veces confecciona su madre, así todo queda en casa. El rancio sevillano también lleva dos meses diciéndonos el número de su caseta de la Feria, donde podremos entrar si preguntamos por él durante el próximo abril de 2014, supongo que confía en no estar contratado sólo durante tres meses, la campaña de verano, vaya. El rancio sevillano nos mira a todas con una expresión extraña, maneja un gesto que mezcla la repulsión con el deseo guarro hacia las mujeres, justo esa expresión que evito en la gente con la que por circunstancias de la vida tengo que compartir ascensores alguna vez. Subiendo y bajando escaleras para evitarle en un espacio reducido se me está poniendo el culo duro para el verano, no os digo nada. Y ahora, después de mi exposición, volvedme por favor a preguntar por qué no termino yo de adaptarme a esta ciudad, a este trabajo, volved a decirme que el problema es mío, queridos, muchas gracias.